miércoles, 4 de marzo de 2009

...Hay beSoS y BesOs...




Hay muchos tipos de besos. Infinitos tipos de besos quizá. Incluso uno por cada persona que ha vivido, vive o vivirá en el planeta tierra. Sin embargo, y a riesgo de parecer simplista, creo que todos los besos se pueden dividir en dos tipos: los besos Brancusi, y los besos Rodin.
No sé si estamos genéticamente predestinados a apostar por uno de los dos tipos. No sé si el que besa nace o se hace, pero lo que sé, es que cualquiera podría caer dentro de una de estas dos categorías en algún momento de su vida. Quizá se quede estancado en una sola durante toda su vida.

A veces uno besa al otro como una unidad inseparable. Un beso de dos para formar un nuevo uno. Un ente nuevo en sí lleno de vida: el beso. Uno besa sintiéndose parte integrante de un algo más grande que le sobrepasa y le sobrecoge. Besa la parte por el todo. Besa metonímicamente. Este beso, es el beso de Brancusi. Un bloque de piedra en el cual se distinguen levemente dos masas que encajan a la perfección para armar una forma contundente y rotunda. Sin formar parte de ese todo, las partes no tienen sentido, serían amorfas, incompletas, ridículas, desprotegidas. Por separado no tendrían razón de ser. El beso de Brancusi, es un beso de enamorados.
Otras veces, y definitivamente en otras ocasiones y a otro tipo de personas, uno las besa como parte independiente. Un beso que es unión casi por coincidencia, por casualidad. Besa sintiéndose un todo poderoso, independiente y magnífico que momentáneamente se nutre de la energía de otro todo sin llegar a sentirse nunca parte de nada más grande. El beso pierde entidad, se convierte en circunstancia. El beso circunstancial. Son dos fuerzas que coinciden en un punto en el tiempo y el espacio, pero seguirán la inercia de sus propios intereses. Este beso, es el beso de Rodin. Dos fuerzas independientes, coherentes en sí mismas, completas, rotundas. Se complementan en un momento, pero parecen dos imanes que se atraen para repelerse peligrosamente tras un movimiento en falso. Dos fuerzas compensadas que tienden a descompensarse a la menor ocasión. El todo es un concepto secundario, momentáneo, porque las partes nunca sacrificarán su independencia por conseguir completar una forma conjunta y duradera. El beso de Rodin, es un beso de amantes.

Lo curioso del caso, es que a veces uno se encuentra un día de verano en una playa con un desconocido al que nunca pensó ni siquiera llegar a besar, ni metonímica ni circunstancialmente. Ni de broma. Y no sólo le acaba besando a lo Rodin, sino que va dándose cuenta beso a beso, de que su entidad como parte pierde consistencia. Poco a poco uno va perdiendo forma, sintiéndose cada vez más como parte de un todo que, sin el contacto del otro, no tiene tanto sentido. Un día uno es capaz de mirarse en los ojos del otro para ver un todo completo, y entonces darse cuenta de que se ha convertido en un beso de Brancusi. Entonces se dará cuenta de que se ha enamorado.
Quizá se pueda aplicar la propiedad conmutativa, y un beso de Brancusi, se pueda independizar por partes en un beso de Rodin, cuando la independencia de las partes puede más que ese proyecto conjunto que una vez formaron los dos pedazos de piedra.
Sólo lo siento por aquellos que se quedaron estancados y sin poder salir en alguna de estas dos categorías durante toda su vida. Esas personas tienen aún mucho que sentir.

2 comentarios:

Peiboletta dijo...

Es precioso lo que has escrito, es un gustazo pasar un ratito a mirar fotos y leer tus cositas. Me ha gustado tanto que se lo he mandado a mi novia, que me ha dado morriña ahora que estamos lejos.

Te mando un beso muy fuerte, imagina tú cuál sería el tipo de beso que saldría. Viva el amor y viva el arte.

...nai... dijo...

:-) No lo habria podido decir mejor... ¡Viva el amor y viva el arte! Tu si que eres un artista, Peibol... Asi da gusto dejarse llevar un poco y escribir lo que a una le sale de la mismisima yema de los dedos...

¡Y que vivan los besos!