lunes, 27 de agosto de 2012

¡Casa!



El ruido de las olas se convierte repentinamente en el rugido de los coches. El vaivén del agua pasa a ser el fulgor mecánico de los vehículos que pasan al otro lado del muro que me separa de la calle. ¿Dónde estoy? ¿Quién se ha llevado el mar? Las mañanas de tranquilidad, sol y nada se llenan de nuevo de la conocida vida cotidiana de Madrid. 

Me escapé hace un mes y medio sin decir nada, un poco a traición, un poco a escondidas. Pero ya he vuelto. Lo mejor de la vuelta de vacaciones ha sido encontrarme de nuevo con este teclado y pensar en todo lo que tengo que contar, y las ganas tremendas que tengo de hacerlo. Como he dicho otras veces, los períodos de vacaciones son altamente creativos.

Me tenéis que disculpar, porque realmente quería haber escrito una despedida antes de las vacaciones... Pero me pilló el toro de las compras de última hora, las maletas, los imprevistos... ¡Qué os voy a contar que no sepáis! Y allá donde fui he estado desconectada del mundo internáutico, en una suerte de desintoxicación de megabytes. Hoy ya vuelvo con ganas, poniendo en orden mis ideas mientras preparo lavadoras y ordeno los contenidos de las maletas de nuevo en sus armarios de origen. Las maletas vuelven llenas de ropa sucia, pero sobre todo de recuerdos que no llevaban en el viaje de ida. Ese es el souvenir más preciado de los viajes.

En "momentos que saben a gloria" hablé del primer día de vacaciones, y hoy hablo del primer día de vuelta a casa. Volver al trabajo no sabe tan bien como las vacaciones, pero hay un poco de disfrute en ese momento en que se vuelve a poner el pie en la seguridad del hogar. Al fin y al cabo es nuestro refugio, ese lugar donde nos sentimos más que nunca dueños de nosotros mismos. De ahí el título de este post, "¡Casa!", que es lo que gritábamos de pequeños cuando, jugando al "pilla-pilla" llegábamos a ese árbol donde nadie nos podía atrapar y estábamos a salvo. No es casualidad que se llame así: "casa". 
No voy a negar que esta mañana me ha dado angustia pensar que ya pasó el verano un año más, pero el otoño y el invierno seguro que nos tienen preparados buenos momentos que harán este año diferente de los anteriores.

Me gusta pensar que este invierno no seremos los mismos exactamente del año pasado. Seremos mucho más, llenos de la energía y de los buenos momentos de estos días de disfrute y descanso veraniego. Igual que ayer, volviendo en el largo trayecto que me trajo a Madrid desde el sur de España, pensé que el próximo año estaré de vacaciones con un montón nuevo de experiencias en mi maleta de todo lo que me espera este año y aún tengo que descubrir. Total, que la vida, como siempre, es sumar y seguir. De lo que he sumado este verano ya os hablaré estos días, y lo que sigue es la última semanita del mes de agosto. Disfrutad de ella.

1 comentario:

Loreto dijo...

¿Ya estás en casa? A mí aún me queda una horita de coche para llegar a casa. En este largo rato que llevo aquí, me ha dado por pensar lo mismo, cuanto echaré de menos la playa en la que esta misma mañana me he bañado y donde he tenido una emotiva despedida de mis amigos que no veré hasta el año que viene.
¡Ya nos quedan menos de dos semanas!¡Qué rápido se ha pasado! Me tienes que contar muchas cosas en cuanto volvamos y enseñar muchas fotitos. Un beso fuerte.