viernes, 24 de agosto de 2007

Retales en los Rincones



Que alguien en una casa se dedique un buen día a ordenar su entorno significa que tarde o temprano, por proximidad, por contaminación y porque no les quedará más remedio, les tocará hacer lo propio al resto de los habitantes de la misma. Así me ha pasado hoy. Todo lo que tenía pensado hacer en este día se fue al garete cuando quise reubicar los trabajos de la Facultad que había situado estratégicamente en el cuarto de mi hermano hace dos tranquilos años, y éste ha localizado y enviado de vuelta a mis aposentos al redecorar su vida (a él dedico la foto, ya que por este desencadenamiento de catastróficas desdichas, ha tenido que mutar a contorsionista para conseguir escanear un documento en medio de la hecatombe). En fin, que empecé intentando hacer un hueco intrascendente en el armario. Uno de esos huequitos que no van a ninguna parte: apretar unas cajas contra la pared un poco, redistribuir los abrigos que cuelgan por encima y con un par de patadas el sitio está hecho. Pero en mala hora comencé a sacar esas maravillosas y extrañas cajas que se guardan en los armarios de menor acceso de la casa. Esos hallazgos de extraños cachivaches (que significa literalmente "cosa rota o arrinconada por inútil"... Y digo yo: si es inútil, ¿por qué la arrinconamos y no la tiramos? estúpido apego a las cosas y maldita manía de hacer rincones), antiguos papeles, revistas pasadas y objetos olvidados hacen que una comience a sentirse como una auténtica urraca. Así que decidí sentirme contagiada por esa ola de organización repentina y reubicar verdaderamente mis pertenencias. En mala hora, como dije, porque no he podido hacer otra cosa en todo el día. Hacer hueco en una armario significa por un lado tirar objetos, y por otro buscar a los que hay un sitio mejor, o al menos distinto (que muchas veces es todo lo que se hace al "ordenar" e incluso al limpiar que no es sino cambiar la suciedad de sitio). Y esto lleva a seguir abriendo nuevos armarios, temibles cajones, polvorientas vitrinas, desmantelar baldas superpobladas, inspeccionar bajos de cama terroríficos para conseguir nuevas localizaciones. A mitad de la jornada, no le veía el fin a las montañas de documentos, recuerdos, libros llenos de polvo, cajas misteriosas en las que encontraba muñecas recortables, velas para mosquitos, conchas de mar, dados, regalos de cumpleaños ignorados por poco acertados o geles varios extraidos de soslayo de los hoteles de algún viaje. Esas cosas que uno no se acuerda por qué guardó ni en qué momento; qué uso pretendía darle a tal cantidad de velas o a esos veinticinco archivadores de propaganda vacíos en un armario. Como no comen pan, pues nada, ahí estarán hasta que alguien quiera meter otra cosa en su hueco. Pero hay otras cosas, que aunque no consigo acordarme en qué momento las guardé, despiertan tantos recuerdos dormidos, que quizá sólo por eso recomendaría, y mira que no es mi estilo en absoluto, hacer una limpieza profunda de rincones, cajones y armarios. Una limpieza rutinaria de aspirador y plumero no llega en absoluto a ser tan gratificante (ni tan agotadora y desesperante, por otro lado) como este tipo de limpieza en profundidad que ni don Limpio en sus mejores épocas. Con este tipo de objetos despertadores de la memoria, uno se da cuenta de lo que ha cambiado a lo largo del tiempo. Las personas tan distintas y a la vez tan semejantes que ha podido llegar a ser. Se da cuenta de lo que va madurando, y aquello que sigue despertando la misma sensación que hace cinco o diez años. Pequeños retales de una vida escritos en trozos olvidados de papel, retratados en fotografías perdidas entre los folios de un gran montón, transcritos en post its, grabados en cds, dibujados en mil y un garabatos... Y he de decir que hoy, según me vaya a esperar el día de mañana con los ojos cerrados y la mente en otro lado, me gusta ser quién soy quizá un poco más que ayer, refrescados todos mis recuerdos (porque además ahora, por lo menos por una temporada, los tendré bien guardados y al alcance de la mano cuando quiera echarles un vistazo en la memoria).

3 comentarios:

--koldo-- dijo...

Demasiado cierto. A veces un objeto enterrado en lo mas profundo de tu cajon puede hacer que encuentres unos sentimientos y unos recuerdos que también estaban inmersos en lo más profundo de tu ser. Más de una vez me ha pasado... esta misma mañana por ejemplo, y aunque no siempre sean buenos los sentimientos que te despiertan, tengo claro que siempre me ayudarán a ver en lo que me he convertido, y lo que una vez fuí, me guste o no, (como ya has mencionado, nos ayuda a ver como cambiamos)

Cada uno a lo largo de los años enterramos nuestros recuerdos mas hirientes y mantenemos los que nos dan satisfacción, simple protección, pero creo que nunca viene mal abrir ese pequeño cofre y sacar algún día eso que una vez consideraste una amenaza y a lo que ahora, hay que enfrentarse, porque en eso consiste madurar ¿no?

Empecé a leer tu blog no hace mucho, lo he visto muchas veces en tu subnick pero nunca se me ha ocurrido entrar ha echar un vistazo. Espero que sigas escribiendo aquí porque, los pensamientos se los lleva el tiempo, y hay cosas que es mejor no olvidar. Compartir las paranoias, y poder expresar lo que has sentido esta mañana es un don que pocos tienen y son esas personas, la que ayudan a que esta sociedad no sea tan monótona y vacía, y son personas como tú las que consiguen hacer que la gente piense, cosa que cada vez hacen menos.

Un muxu enorme, tu primo.

...nai... dijo...

:) ¡Qué bonitas palabras, primo!Me alegra saber que un cerebro en marcha puede dar qué pensar a otros desde este pequeño rincón del ciberespacio. Las palabras están escritas, esperando que alguien se tome el tiempo de leerlas y exprimir su significado. Yo sólo sé que escribir aquí es darme un poquito más de vida. Me alegra que leer lo que uno piensa en un momento cualquiera, dé a los días de los demás un toque diferente también. ¡Qué gran invento éste de los diarios virtuales! Por eso el nombre de agujetas mentales me gusta tanto... Porque realmente pensar a veces da aguijonazos en la sien, pero tras un poco de entrenamiento reconforta.

¡Te mando un beso enorme desde los Madriles!

Nai

Anónimo dijo...

Se nota que sois primos porque nunca habia leido a alguien que escribiera tan profundo y con tantos sentimientos.
Sigue escribiendo!!!!