miércoles, 30 de mayo de 2012

¿Te pareces a tu padre, o a tu madre?


La verdad es que físicamente nunca me he visto parecido con mis padres. Tampoco con mi hermano, aunque por supuesto me veo cientos de veces reflejada en ellos. Nunca he sido una de esas personas que se lanzan a decir si un bebé recién nacido se parece a su padre o a su madre, porque a mí nunca se me parecen a nadie. Simplemente aún no les veo los rasgos formados cuando son tan chiquitines. Sin embargo, desde que doy clase, me parece curioso observar en qué se parecen mis alumnos adolescentes a sus padres. Hay veces en que el parecido físico es espectacular. Otras, entiendes mucho mejor a los chicos, cuando conoces a su familia. En todo caso, he descubierto que la genética, lo queramos o no, condiciona en gran parte quiénes somos. 
Cuando uno es adolescente, normalmente le produce cierto rechazo que le digan que se parece a sus padres. Para mí esta actitud es un error, pero darse cuenta viene de la mano de la madurez. Conociendo de dónde venimos, asumiendo dónde están nuestras raíces y cuál es nuestra materia prima, podemos averiguar cuáles serán nuestros futuros potenciales y puntos más débiles.  Todos llevamos a nuestros antepasados dentro de nosotros. Uno mira las fotos antiguas de sus abuelos y bisabuelos y se pregunta si tuvieron problemas parecidos a los suyos. Se pregunta qué es lo que vive dentro de nosotros de esa persona que hoy ya sólo es un retrato en escala de grises metido en un viejo álbum, y un montón de recuerdos en las mentes de las personas que le quisieron. Pasa a formar parte de las leyendas familiares; esas historias que se cuentan una y otra vez cuando se reúne la familia. Los más pequeños están hartos de escucharlas, aunque serán ellos quienes preserven los recuerdos, contando esas mismas historias a sus hijos.
Creo que estas ideas están detrás del trabajo de una fotógrafa cuyo trabajo he conocido hace poco, y tuve la oportunidad de ver al natural en la última exposición que estuve en el Guggenheim de Bilbao (El Espejo Invertido). El retrato que he escogido para empezar este post no es una foto de mi bisabuela, ni de mi madre. Es una toma bastante inquietante, pero no sabe uno en principio decir por qué. La imagen es de la fotógrafa que os comento, y pertenece a una serie de tomas que ha titulado con el nombre "Álbum". En ellas, la propia fotógrafa se disfraza de los miembros de su familia. Habéis leído bien: se disfraza de los miembros de su familia. Esa foto se llama "Self portrait as my mother Jean Gregory". La artista detrás de esta genial idea se llama Gillian Wearing. Me parece significativo en el contexto que estamos hablando que escoja el término "Autorretrato" para referirse a un retrato de ella disfrazada de otra persona. Quiere que no pase desapaercibido a nadie, que es ella quien está en la foto, detrás de una máscara. En un autorretrato, somos nosotros los retratados, por lo que la fotógrafa nos está dejando una pista en el título de la obra: en ella hay parte de sus antepasados. Y, si lo leemos literalmente, dentro de su madre, también está ella.
Self portrait as my father, Brian Weain

En esta otra imagen, vemos su autorretrato como su padre, Brian Wearing. Está disfrazada de su padre, con una máscara protésica fabricada a tal efecto. Vuelve a ser una imagen impactante, por algo que no sabemos explicar. Vemos algo de irreal, de sobrenatural en estos personajes. 

Más allá de las reflexiones de las que ya hemos hablado, esta artista habla del tiempo cíclico, un tiempo en el que el pasado y el futuro se mezclan. Un tiempo en el que uno puede ver a través de los ojos de sus padres antes de que hubiesen decidido tener hijos. Al fin y al cabo, nuestros problemas, traducidos a otra época, ya los tuvieron, maduraron y solucionaron otros antes que nosotros. Escuchar y entender a nuestros antepasados, procesar sus historias y las coloquialmente llamadas "batallitas", es no dejar que esa experiencia vital haya sido en vano; y es evitar cometer los mismos errores.

Estas imágenes tienen un tamaño monumental, de forma que la escala de las facciones de estos personajes pueden llegar a duplicar o triplicar a los del espectador. Eso aumenta nuestra sensación de estar viendo a seres extraordinarios. Si nos fijamos, al verlos al natural, vemos una constante en todas las fotos: la mirada. Siempre son los ojos de Gillian los que nos observan a través de estas fotografías, en los diferentes disfraces. Un lejano parecido que enlaza todas las imágenes a través del brillo de sus ojos. Y cuando uno se fija, ve que las facciones, aunque reales, no son más que una máscara. Se nota levemente alrededor de los ojos, que esa mirada está detrás de una máscara. 

Gillian_Wearing_Self_Portrait_as_my_grandmother_Nancy_WearingGillian Wearing_Self_Portrait_as_my_Sister





En estas dos tomas, se autorretrata como su abuela Nancy Gregory a la izquierda, y como su hermana a la derecha.
Me parece muy interesante este último que os voy a mostrar, en el que se autorretrata como ella misma a la edad de tres años. De alguna manera se ve que esos ojos no pertenecen a la mirada de una niña. Les falta la inocencia, la candidez, la verdad de la mirada de los niños. Por eso este retrato es especialmente inquietante. Dicen que un adulto creativo es un niño que ha sobrevivido. Aquí Gillian vuelve a mirar el mundo como una niña pequeña, y quizá ahí esté la semilla de todas sus ideas.

Gillian_Wearing_Self_Portrait_at_3_years_old
"Sef portrait at 3 years old"

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