viernes, 22 de junio de 2012

La Norma (II parte)

Como lo prometido es deuda, y la semana pasada os prometí que iba a colgar esta redacción que escribí hace unos años, aquí os la dejo. Por hoy no escribo nada más, que bastante tiene el post de hoy con el texto que sigue. El que no sepa de qué va el asunto, tiene que ponerse en antecedentes aquí. Luego, si quiere seguir leyendo, aquí está la redacción.

LA NORMA

Norma: Regla que se debe seguir o a la que se debe ajustar la conducta.

De cuantas definiciones he buscado para norma, creo que esta es la que mejor se adapta a nuestro caso.
            Aunque creo que es obvio por qué se deben seguir ciertas normas establecidas, y dado que hacer este trabajo forma parte de la norma, expondré a continuación ciertos datos y una breve opinión al respecto.

            Las normas en la sociedad nos remiten inevitablemente a la historia de esa sociedad, formada por miles de individuos que desde el principio de los tiempos ya establecieron ciertas normas de convivencia. Desde que empezamos a estudiar la historia del mundo, aparecen documentos estableciendo ciertas normas que se deberían cumplir, de forma implícita o explícita.
            Algunas tradiciones de este tipo han llegado hasta nuestros días, como por ejemplo el Derecho Romano. Roma creó un Derecho escrito que recogía la tradición romana y las costumbres de los pueblos sometidos, y que definía los derechos y deberes de los ciudadanos respecto al Estado y las relaciones interpersonales. El Imperio Romano es el mejor ejemplo para explicar cómo una norma que incluya y someta a TODOS puede beneficiar al conjunto. El urbanismo y la creación de redes viarias, así como la imposición de una moneda ÚNICA en todo el Imperio y la difusión del Latín por todos los territorios conquistados, llegaron a convertirse en importantes elementos de la romanización.
            Sin embargo, la creación de una norma implica una cierta jerarquización, se ponga uno como se ponga. Siempre hay un grupo creador de esa norma, que tiene que velar para salvaguardarla. La corrupción o mala conducta de este grupo, como en el caso de al mismo Imperio Romano, pueden hacer que todo se desmorone. Los emperadores comenzaron a gobernar de una forma dictatorial, y el ejército se hizo el amo de la situación. Esta debilidad fomentó la presión de los pueblos bárbaros en las fronteras y al mismo tiempo el fin del Imperio romano de Occidente (476 dC).
            Podemos incluir dentro de este mismo apartado, otros ámbitos de estudio, como pueden ser la religión o la misma historia del arte.
En el ámbito religioso, podemos remontarnos hasta los mismos albores de la religión cristiana, a partir del siglo I d.C., cuando se difundieron entre la sociedad romana algunas religiones orientales que intentaban dar respuestas a las cuestiones existenciales de las gentes. La que más arraigó fue el cristianismo, dado que presentaba la pobreza como una virtud, y aseguraba una vida mejor después de la muerte. Después de ser practicada de forma clandestina durante un periodo de tiempo, Teodosio reconoció el cristianismo como la religión oficial y única del imperio con el Edicto de Tesalónica(380 dC). Además, cabe mencionar que a partir del siglo II se desarrolló una jerarquía eclesiástica, al tiempo que desaparecía el carácter asambleario del cristianismo inicial. Desde entonces y hasta hoy, las autoridades de la Iglesia, se reúnen cada cierto tiempo para deliberar y decidir sobre dogmas y disciplina eclesiástica. El primer concilio celebrado fue el de Nicea, en el siglo IV, y el último el Vaticano II, en la segunda mitad del siglo XX.
            En la Historia del Arte, es bien sabido la existencia de ciertas normas artísticas, que marcaron las épocas que hoy conocemos. Por mencionar una de estas normas, a la que se recuerda con este mismo sustantivo, recordemos el Ora et Labora de la regla de San Benito, que tanto influirá en la construcción de la abadía de Cluny. En el siglo X la abadía benedictina de Cluny, en Borgoña, protagonizó un movimiento de reforma de la vida monástica, que se extendería por toda Europa, y que marcará una importantísima época en el campo artístico: el arte Románico.

            La norma es estrictamente necesaria para una existencia en comunidad como a la que estamos sometidos desde el mismo momento en que pisamos este mundo, pero también hay que decir, para ser objetivos, que la trasgresión de la norma ha supuesto los mayores y más importantes cambios en la historia de la Humanidad.
            No podemos olvidarnos que, tras cada cambio, hubo un hecho, un personaje o una comunidad que de una manera u otra se opuso a la norma existente hasta el momento.
            El ejemplo que viene dado tras esta introducción a la cuestión es la por todos conocida Revolución Francesa. A finales del siglo XVIII, Francia era un estado eminentemente agrícola, feudal en lo económico y político, y con una sociedad organizada en estamentos. A los privilegios de nobleza y clero, se añadían la pervivencia de usos feudales en la economía, que impedían el desarrollo de la pujante burguesía. Para la mayoría de los franceses aquel era un sistema agotado, por lo que se necesitaba una revolución radical.
            Lo mismo podríamos aplicar a los levantamientos del 2 de mayo de 1808 en Madrid, en contra de la dominación napoleónica y la invasión de la península por las tropas francesas.
            ¿Qué hubiera ocurrido si los obreros españoles nunca hubieran dejado sus puestos de trabajo en 1855 con la primera huelga general en España? Quizá aún estaríamos luchando por nuestro derecho de asociación y unas condiciones de trabajo más humanas.
Podemos aplicar esto mismo al arte y la literatura vanguardistas, por ejemplo. Las vanguardias, por definición, suponen la ruptura de la norma establecida. Futurismo, Cubismo, Creacionismo, Expresionismo... La creación de nuevas realidades a partir de una desmembración y nueva alineación de la realidad existente. Los caligramas de Gillaume de Apollinaire o los manifiestos de Filippo Tomasso Marinetti, hicieron época, constituyendo una fuerte influencia en nuestros literatos posteriores de la generación del 27, como Gerardo Diego o Alberti.

No quiero extenderme más, aunque podría, en estos datos históricos que argumentan una posible postura ante el tema planteado. Lo que me gustaría dejar bien claro aquí, es que el acontecimiento promotor de este trabajo en sí, y del “castigo” o lo que sea que este pretende constituir, no se debe, en mi opinión,  a una transgresión de la norma por el mero hecho o placer de romper lo estrictamente establecido, sino a  un momento de ira o enajenación mental, si se me permite. No creo que un individuo que analice detenidamente lo que significa la acción de tirar una silla por la ventana de un instituto lleno de gente que se mueve por las instalaciones continuamente, llegue a realizar esta acción. Si a pesar de recapacitar llegara a lanzar el objeto, estamos hablando de un enfermo mental o psicótico que necesita ayuda. Si lo hizo sin pensar, quizá el mayor castigado en estos momentos sea él, pensando en lo que hubiera podido suceder con un poco menos de suerte.
Quizá ha querido con su “hazaña” llamar la atención de la gente del instituto y de los profesores; esa atención que nunca ha conseguido por otros medios(En este caso... Lo ha conseguido. Quizá acababa de averiguar que ha suspendido lengua, o que su novia/o le engaña con otra/o... ¿Quién lo sabe?
No sé por qué puede alguien tirar una silla por la ventana, pero mi padre me contó que en su instituto tiraron un banco una vez, así que dejémoslo en que es una “chiquillería” por mucho que se parezca a un acto vandálico. De hecho, por mucho que se empeñe la Dirección en que los primeros implicados son los alumnos pertenecientes a esa ala, si yo estuviera tan hastiada con el mundo como para querer tirar una silla por la ventana, lo cierto es que me subiría al piso más alto del edificio en cuestión, para verla caer desde más arriba, sobre todo si estudio en un primer piso. En una clase vacía puede entrar cualquiera, entendiendo por cualquiera CUALQUIERA, sin restricciones de alas, aulas, sexo o edad.
Así que puede que todo esto tenga poco que ver con cumplir las normas, y mucho que ver con un individuo y su propio mundo, que más que romper las normas, pretendía demostrarse algo a sí mismo.

¡Ah! Y volviendo al tema principal de mi trabajo... Supongo que aquel que lo esté leyendo se dará cuenta perfectamente de por qué seguir las normas establecidas es importante: Nos hace la vida más fácil y mejora nuestra convivencia y entendimiento.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me he perdido un poco en la parte historica pero por lo demás genial. Un trabajo bien hecho y con mucha razón ;]

Loreto dijo...

Ya por entonces escribías genial!! Me parece que está muy bien explicado y estructurado y que es una buena reflexión sobre las normas y que no siempre las incumplimos adrede, sino sin darnos cuenta y sin pensar en las consecuencias. No les vendría nada mal leer esta redacción a los terceros jajaja. Un beso!!